A una década de su inauguración, la autopista Cerritos-Tula, originalmente un proyecto de infraestructura con la ambición de transformar la conectividad regional, enfrenta una dura realidad financiera y operativa. Con una inversión de más de mil millones de pesos y una extensión de más de 140 kilómetros, según la JEC, el proyecto no ha alcanzado las expectativas de tráfico ni la rentabilidad esperada.
Los costos de mantenimiento se han disparado, y los servicios en la autopista son prácticamente inexistentes o insuficientes. Además, la gestión por parte de la Guardia Estatal ha sido cuestionada, ya que parece enfocarse más en obtener beneficios económicos que en mejorar la experiencia del usuario. Esta situación ha llevado a muchos automovilistas a preferir la antigua carretera, a pesar de ser menos moderna, para evitar multas excesivas y una experiencia deficiente en la autopista nueva.
El proyecto, que alguna vez se vio como un símbolo de progreso, ahora se encuentra en una encrucijada, con la necesidad urgente de una reevaluación estratégica y operativa para cumplir con su propósito original y justificar la inversión realizada.